El Universal

Detienen a 3 por casos de meningitis en hospitales

Fiscalía presume que anestesiólogo habría llevado medicamento contaminado

Texto y fotografía: ANTONIO MUNDACA —estados@eluniversal.com.mx

Quialana, Oax. — La fiesta del cumpleaños de Ximena se celebra en una casa de dos pisos, limpia, con ventanales grandes, pero en su mayoría en obra negra. Sobre las paredes amarillas a medio repellar, hay lajas de barro, y roca roja de montaña financiada con los dólares que llegan desde Estados Unidos.

Ximena tiene 10 años, ocho de los cuales no ha visto a su padre. Repite una y otra vez los recuerdos sobre él, mientras mueve las manos como si estuviera atrapada entre sueños: “Jugábamos, íbamos a la tienda a comprar, me llevaba al parque, a los juegos, me cargaba mucho”.

Estudia el cuarto año de primaria en San Bartolomé Quialana, Valles Centrales de Oaxaca, y piensa que su papá se fue a Estados Unidos para construirle un castillo: una casa grande con balcones blancos, donde no les faltará comida, flores, ni dinero.

“Hablo mucho con él, le digo que lo extraño y a veces dice que se debe ir a comer o a trabajar, entonces le digo que lo quiero mucho”, cuenta acerca de las videollamadas que hace con su papá dos veces al día; no obstante, hay temporadas completas en las que no sabe nada de él.

El papá de Ximena fue jardinero toda su vida, iba y venía a dar sus servicios en Tlacolula de Matamoros, pero después de casarse, y por falta de oportunidades, cruzó el paso del norte.

La niña tenía dos años y su hermanito Antonio, que se llama igual que su padre, tenía meses de nacido. El papá de Ximena vive con sus cuñados en Los Ángeles, California.

“No debí decirle que quería un castillo, si no se lo hubiera dicho tal vez todavía estaría conmigo y mi hermanito”, lamenta Ximena. Mientras habla, da vueltas con sus pies pequeños. Se culpa y llora despacio.

Los papás de sus mejores amigas, Sidney y Deisy, también trabajan en Estados Unidos, pero Silvia, dice, es la que más se siente triste, pues desde hace mucho no sabe nada de su padre.

Según el portal Data México de la Secretaría de Economía federal, la comunidad de Quialana recibió 256 mil dólares en remesas durante 2022, cinco veces más que en 2021, cuando sólo obtuvo 21 mil dólares.

Sentimiento de abandono

“La mayor afectación para los niños de padres migrantes es la huella del abandono que se puede transformar en culpa, ese miedo a que los papás o las mamás no estén ocasiona inseguridad y se transforma en niños que socializan poco, tienen problemas de aprendizaje y lo más alarmante es que pueden ser propensos a ser víctimas de abusos”, sostiene Milagros de la Luz González, directora del centro sicológico Renacer.

“El peor error que comete un padre es la promesa de regresar; el niño empieza a crecer y ante ese pacto incumplido por años, los niños transforman sus emociones en una especie de castigo contra esa figura paterna”, explica la especialista en terapia infantil.

En las primeras etapas, lo que se manifiesta es depresión y episodios de tristeza; si los niños no logran canalizarlo, se convierte en un problema físico y emocional crónico: “No están preparados para una pérdida así, enfrentarlo es enseñarles a nombrar sus emociones, que puedan canalizarlo en terapias ocupacionales, reconocer lo que sienten, decirle a los papás que están molestos”.

Desde hace más de un año, Ximena dejó el sueño de ser doctora. Dice que ahora quiere ser “como las que hacen vestidos”. No sabe lo que es una diseñadora de modas, pero dibuja muñequitas de papel y les hace ropita.

ESTADOS

es-mx

2023-02-08T08:00:00.0000000Z

2023-02-08T08:00:00.0000000Z

https://eluniversal.pressreader.com/article/281960316910167

El Universal