El Universal

Los Chapitos dictan su ley en narcomenudeo

Fijan el precio de compra y venta de marihuana en Culiacán, dicen a quién se le distribuye y operan tiendas fachada

INSIGHT CRIME —nacion@eluniversal.com.mx

En Culiacán las reglas de venta y consumo de drogas han cambiado desde que los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán tomaron el control del narcomenudeo. Ahora, con Los Chapitos al mando, en la ciudad hay al menos 18 “dispensarios” apenas camuflados con la fachada de un negocio legal y han declarado nuevas reglas que ponen en peligro a quienes no las cumplen.

Campesinos y consumidores entrevistados señalan que Los Chapitos determinan el precio de compra y venta de la marihuana, también aprueban, uno por uno, los permisos para vender postres y dulces con cannabis.

“Antes de que llegaran Los Chapitos podías venderle a varios, pero ahora te dicen a quién sí y a quién no. Si le vendes a otro te levantan o te tablean”, dice un chofer que hasta hace poco sembraba marihuana.

Por fuera del negocio hay un letrero en el que se lee: “Supreme”. Te lavan el auto por 100 pesos y puedes asegurarte de que quedará limpio y oloroso a coco, new car o Eternity, entre otras fragancias que están en el catálogo de olores falsificados. Pero en este lugar no es todo lo que venden.

En este lavado de autos ubicado en la colonia Las Quintas, uno de los barrios más antiguos y costosos de la ciudad de Culiacán, tienen una oficina a un costado, cuya fachada podría pasar inadvertida si el tránsito de personas no fuera tan pesado.

Al entrar verás que hay una sala de espera con una televisión, y hasta ahí nada es sospechoso, salvo que se expide un olor concentrado a yerba que podría provocar mareos a quien no esté acostumbrado.

Al fondo hay una puerta más. Al abrirla verás a tus lados unos estantes con luces de neón y accesorios que prometen experiencias. Hay pipas, llaveros, encendedores, cremas, aceites, mieles, molinos, brownies, galletas, frituras y dulces de todo tipo con tetrahidrocannabinol (THC), el componente sicoactivo de la cannabis, y hasta otras drogas como LSD y crack.

Enfrente hay una vitrina con más de esos productos y una joven mujer, quien aparenta menos de 20 años.

De forma similar a las tiendas que operan en estados donde la marihuana es legal en Estados Unidos, la vendedora no sólo se encarga de la transacción, sino que sirve de guía al comprador. Quizá no sepas qué comprar, pero ella te va a explicar según tus necesidades o ganas de exploración. Detectará también la presentación que más podría convenirte y hasta la cantidad que necesitas.

Hay, para quienes ya conocen el producto, con nombres de cepas específicas, como Royal Gorilla o Amnesia Haze. Se venden por gramo o por promociones de tres cigarros por 500 pesos.

Puedes tener la seguridad de que aceptan peso, dólar, bitcoin o transferencias bancarias.

Este lugar es uno de los 18 dispensarios que hay en Culiacán. Se encuentran detrás de la Catedral, junto a la Universidad Autónoma de Occidente, a tres calles de la parroquia Espíritu Santo, pero todos con fachadas distintas para tratar de “ocultar” los negocios que simulan ser sucursales de los dispensarios en California, donde sí es legal.

Esas promociones revelan a quiénes pertenece el negocio. Los cigarros están dentro de tubos de ensayo tapados con corchos y envueltos con etiquetas, algunas de presidentes, otras de actrices y personajes de televisión, pero las más visibles son las que tienen un ratón con moño azul o rojo. Es la misma caricatura que se usa en la narcocultura para referirse a Ovidio Guzmán López.

Los hijos

Ovidio Guzmán López es mediohermano de Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar. Todos son hijos de Joaquín Guzmán Loera, exlíder del Cártel de Sinaloa, ahora preso en Estados Unidos. Su parentesco les dio su apodo: Los Chapitos.

Para tratar de desarticular la organización, el gobierno estadounidense ofreció recompensas por 5 millones de dólares por quien dé información para la posible captura de cada uno de los hijos de El Chapo Guzmán Loera.

Las autoridades aumentaron la recompensa dos años después de que las autoridades mexicanas ingresaran a Culiacán y detuvieran brevemente a Ovidio, el 17 de octubre de 2019, conocido como Culiacanazo o Jueves negro.

Además de tiendas como Supreme, y unas 10 más que venden una variedad de drogas, Los Chapitos controlan toda la distribución local de sustancias ilícitas. Es tanta su influencia y capacidad de fuego que han logrado monopolizar y acaparar un mercado violento en el que predominan las desapariciones de personas y la tortura a consumidores y vendedores de drogas.

Esa forma de manejar el mercado es distinta a la que se conocía en Sinaloa, dicen campesinos desplazados, pescadores y consumidores de drogas entrevistados. Esas diferencias consisten en que antes había un libre mercado, se podía vender la mercancía o comprarla para consumirla a cualquier postor, así fuera uno u otro proveedor, el tema era competir y lo que predominaba era la oferta y la demanda. “Antes de que llegaran Los

Chapitos podías venderle [marihuana] a varios, pero ahora te dicen a quién venderle y a quién no. Si le vendes a otro te levantan o te tablean”, asegura un chofer para describir cómo funciona el mercado en la actualidad.

Los Chapitos definen los costos en todas sus extensiones y quienes no respetan ese modelo de negocio sufren consecuencias, algunas fatales. El mercado local no se limita a la marihuana, manejan un amplio mercado de metanfetamina y fentanilo, el cual no necesita de grandes terrenos o un clima específico para producirse, sino que puede ser en laboratorios caseros en cualquier lugar donde haya energía eléctrica, agua potable y ventilación.

Entre 2010 y 2021, el Ejército mexicano destruyó casi 700 laboratorios en el estado de Sinaloa y los hermanos Guzmán forman parte de la lista de criminales fichados por la administración estadounidense de Joe Biden, en un nuevo esquema de combate a los grupos criminales.

La gran mayoría de esa producción de drogas sintéticas la introducen a Estados Unidos, pero una parte se queda en Sinaloa para la venta al precio que Los

Chapitos determinen. “Está bien cara, pero ya no le puedes buscar porque ya nomás le puedo comprar a uno, porque si yo le compro a otro me levantan y me tablean”, dice un hombre que es trabajador agrícola al sur de Culiacán, consumidor de marihuana y metanfetamina.

Marihuana en declive

Estas dinámicas son parte de una evolución de la actitud frente a la marihuana. Durante décadas, cientos de pequeños agricultores dependieron de ella para sobrevivir. Las montañas tenían las condiciones perfectas para cultivar y procesar la cosecha, y los grupos criminales estaban listos para comprar grandes cantidades de producto.

Los cultivos ilícitos convirtieron a la región en un objetivo central para las autoridades.

De acuerdo con datos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Sinaloa es un lugar clave para las acciones de decomiso y destrucción de plantíos ilícitos. Sólo en este estado, entre 2012 y 2021, se destruyeron 292,4 millones de hectáreas de cannabis con glifosato, un químico que sirve para eliminar plantas desde las raíces. Además, se quemaron 2.290,2 millones de kilos de la planta ya asegurada por militares en distintos operativos en la Sierra Madre Occidental.

Pero ese negocio ya no funciona. Con la legalización de la marihuana, en muchos estados de Estados Unidos la demanda de la yerba mexicana cayó considerablemente. En 2006, un kilogramo de cannabis de baja calidad tenía un costo de 800 pesos, mientras que este año el precio bajó a una tercera parte.

“Ya no se vende tan fácil como antes, ahora siembras mucho y te lo pagan bien barato”, dice uno de esos hombres que migraron a Culiacán y que ahora vive con su esposa y dos hijos en una casa de renta junto a su hermana.

Este hombre de 38 años —que apenas hace un par de años seguía cortando marihuana, la ponía a secar y luego la presionaba hasta convertirla en bloques tan duros como ladrillos para después envolverlos con plástico y cinta adhesiva—, ahora trabaja de conductor en Uber.

De ladrillos a comestibles boutique

El cupcake era como cualquier otro. Tenía decoración cremosa, chispas de colores espolvoreadas sobre y debajo del pan, y venía en una caja transparente con una etiqueta en la que se leía Gastromágica, y un número de teléfono celular.

La caja llegó como parte de la celebración del cumpleaños del nieto de Daniel, un abuelo de 60 años.

A pesar de que su hijo mayor le advirtió que no era cualquier cupcake, no pensó dos veces en comérselo.

“Me dijo que tenía marihuana, pero no le creí. ¿Cómo iba a tener marihuana en una fiesta de mi nieto?”, se preguntó mientras tomaba un suero y comía unos chilaquiles picantes para tratar de bajar el efecto de la droga.

Después de consumirlo pensó que se iba a morir de un infarto por la taquicardia y la resequedad en la boca, que cada vez se ponía peor.

Veía su pasado, presente y hasta premoniciones de un futuro inalcanzable porque, dijo, pronto dejaría este plano.

No hay una sola tienda física disponible para poder encontrar esos panes. En Sinaloa, el crimen tiene prohibido producir y vender cualquier producto hecho con marihuana, salvo que sea autorizado. La etiqueta tiene un número en el que únicamente contestan mensajes por WhatsApp.

Como en el caso de Supreme, se trata de una tienda de repostería cannábica donde se consiguen galletas Red Velvet, Choco Chips y Vanilla que prometen un “viaje de sabor”.

También se pueden encontrar desde brownies hasta pasteles, pero hay algo que debe tomarse en cuenta: todo es por pedido y los precios serán superiores a un pedido sin marihuana: es el llamado “valor agregado”. Además de los dispensarios,

Los Chapitos se han encargado de delimitar quiénes pueden vender repostería y panadería cannábica, como aquellos cupcakes que se preparan con 100 miligramos de marihuana, y que fueron comprados por el hijo de Daniel.

Ese “valor agregado” llevó a Daniel a la Cruz Roja, le colocaron un suero intravenoso y comenzaron la desintoxicación. Él decidió comerse todo el panecillo para no convidar a su esposa y a sus otros hijos. Sabía que darles a probar provocaría que lo descubrieran.

Su travesura le costó cara. Cuando hablamos, sus manos apretaban cada una de las yemas de sus dedos, aunque días después ya bromeaba: ¿de dónde habrá salido esa marihuana?

*Este trabajo se realizó con la ayuda de Marcos Vizcarra, Victoria Dittmar, Cecilia Farfán-Méndez, Michael Lettieri y Parker Asmann.

TESTIMONIO ANÓNIMO

Chofer

“Antes de que llegaran Los Chapitos podías venderle [marihuana] a varios, pero ahora te dicen a quién venderle y a quién no”

TESTIMONIO ANÓNIMO

Trabajador agrícola y consumidor

“Está bien cara, pero ya no le puedes buscar porque ya nomás le puedo comprar a uno, porque si yo le compro a otro me levantan y me tablean”

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